El Egoismo: enfermedad o sentimiento
Son clásicas las diferencias entre los opuestos: día-noche, bien-mal, etc. No obstante participar de un mismo origen (suelen ser dos extremos o polos de la misma cosa) son difícilmente reconciliables.
Estamos acostumbrados a ver en los cuentos infantiles o en la televisión la separación entre el bueno y el malo, de forma que el bueno es incapaz de realizar cualquier acto propio de su contrario, y lo mismo ocurre con éste. Esta separación parece poco natural, y no es difícil entrever que el bueno y el malo son una misma cosa y que lo natural es que vayan unidos (esta tendencia a la unión puede observarse por el hecho de que existe una atracción entre ambos, que se traduce en una continua lucha, de forma que la existencia de uno se fundamenta en la existencia del otro).
Si los opuestos existen en todos nosotros, lo siguiente que habrá que determinar es qué nos hace conducirnos de una manera o de otra. Para mí, el impulso que determina la relevancia en nuestro carácter de un polo u otro, es el egoismo. Este egoismo es difícil de definir, y ha sido denominado de diversas formas: "principio del placer", "principio o deseo de poder", etc.
El egoísmo suele verse más como un fenómeno del lado de los antivalores que del trastorno.
Decimos que el egoísta es indoloro, mezquino o miserable, pero nunca lo vemos como una posible patología; ¿acaso la gula no ha sido elevada (¿o devaluada?) al rango de "trastorno de la conducta alimentaría?".
Desde mi punto de vista, hay que considerarlo como una enfermedad del yo acaparador.
Además de un acto de mala educación, es un atentado a los derechos humanos, una violación del principio de la reciprocidad, una conducta depredadora, o si quiere, un patrón antisocial.
A veces la avidez es tan arraigada, es tan visceral, tan destructiva, que para modificarla se requiere la intervención psicológica o psiquiátrica.
No disculpo a los egoístas, sino afirmo que están aquejados de una enfermedad perversa.
Un hombre violador o golpeador, además de recibir sanción moral, debe ser atendido clínicamente.
En un conocido diccionario, Egoísmo se define como; "Inmoderado y excesivo amor que uno tiene por si mismo y que le hace tender desmedidamente a su propio interés", sufre de egocentrismo: "Soy el centro del universo".
El egocéntrico, inevitablemente, desconoce a todo interlocutor y destruye toda posibilidad de relación: "Sólo yo existo".
El inmoderado y excesivo amor por si mismo hace referencia de la egolatría, lo que se conoce como mecanismo o culto al ego.
El Ególatra desconoce la empatía.
No posee la capacidad de amar porque el amor propio le demanda todo su potencial afectivo.
Siguiendo las premisas de la ética de la consideración, la asertividad bien entendida trata de equilibrar el yo autónomo (independiente) con el yo considerado (interpersonal).
La combinación de ambos me permite comprometerme con la red social/afectiva a la cual pertenezco y sostener al mismo tiempo un territorio de reserva personal.
Laín Entralgo se refiere al momento coafectivo de la relación interpersonal, determinado por dos aspectos afectivos fundamentales, sin los cuales no puede existir ninguna relación: (a) la compasión (padecer íntimamente con el otro sus vivencias penosas) y (b) la congratulación (gozar íntimamente con el otro las vivencias gozosas).
¿Qué es ser egoísta?: Es renunciar a la condición humana, a lo coafectivo, es desconocer que somos prolongaciones de los demás.
Aunque a los egoístas no les guste, estamos conectados unos a otros por naturaleza, intercalados, apretados, casi abrazados, de tal manera que ignorar al prójimo es negarse a si mismo.
La carencia de amor, la ausencia de empatía y la indiferencia acaparadora son formas de agresión encubierta, violencia enfermiza que merece, además de repudio, ayuda profesional.
De no ser así, seríamos egoístas con los egoístas: una bola de nieve de enemistad aplastante.
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